martes, 17 de febrero de 2009

Eluana Englaro

El caso de Eluana ha corrido como la pólvora por todos los confines de nuestro planeta, esa joven que un mal día hace 17 años hizo añicos su vida, la suya y la de sus padres. Y es a su progenitor a quien quiero dedicar estas palabras de cariño, por si le sirvieran de consuelo, de aliento, de fortaleza, o no sé qué…


Beppino, es como se llama; es un buen padre, me atrevería a decir un maravilloso padre, hizo por su hija lo que todo buen padre debe hacer por su hija, quererla, arroparla, luchar hasta la extenuación para conseguir lo que Eluana quería. Y ella quería descansar en paz, porque su vida ya no era su vida, era un cuerpo que con el paso del tiempo se deformaba cada vez más, no sonreía, no hablaba, no transmitía nada, perdón sí, transmitía dolor, un profundo dolor a sus padres y a quienes la visitaba. Esa era la vida que algunos querían mantener.


Ante esta situación Beppino se enfrentó a unos poderes arcaicos, trasnochados y manipuladores de voluntades, poderes políticos y religiosos, que al unísono le llamaron ¡Asesino! ¡Asesino! a quien le dio la vida, a quien le quiso más que a su propia vida, porque ella era su vida. ¡Asesino! a quien ha estado junto a ella día tras día, noche tras noche, hasta la última noche, la más oscura de su vida, la más oscura de las noches.


Precisamente Silvio Berlusconi y la Iglesia Católica llamando ¡asesino! a este padre, cuando son ellos los que han sido hostiles, ofensivos y dañinos a los sentimientos de este hombre, cuando son ellos los que han actuado de forma ruin, egoísta y blasfema hacia un hombre lleno de amor.


Por todo ello, Beppino, he querido dedicarte este humilde comentario para transmitirte mi pesar y mi cariño de padre, para que sepas que no estás solo, que somos muchos los que desde la lejanía hemos seguido tu sufrimiento, porque nos hemos puesto en tu lugar y el dolor se nos hace inmenso. ¡Qué sabrán ellos de amar!

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