miércoles, 27 de mayo de 2009

Librepensamiento

No hay un solo acto, en el que los seguidores de alguna de las corrientes más reaccionaria de la iglesia católica, no aprovechen para atacar el laicismo y el librepensamiento. Dicen estas personas que todos los males de la sociedad vienen dados por apartar a dios de sus vidas, que esa moral no es moral, etc., ¡vamos que tenemos cuernos, rabos y nuestra maldad rabiosa se desprende de nuestros labios para llevar el caos y la destrucción a la sociedad!


No me veía yo así, sino como una persona normal con mis dudas, mis anhelos, solidaria con las personas que sufren (más en estos tiempos que corren), cercana a los que menos tienen y crítica con los opulentos. Suelo enarbolar un proverbio chino que dice así: “Una buena persona no puede ser rica. Una persona rica no es buena bajo ningún concepto”. Todo esto me ha comportado más cargas de problemas en mi vida que agasajos. He llegado a ser una persona políticamente incorrecta, precisamente porque siempre me he considerado un librepensador, o sea alguien que crea su propio pensamiento. Cuando he tenido que alabar algún hecho concreto lo he expresado, pero cuando no he comulgado con ciertas actitudes también lo hice notar. Ejemplos los hay.


Algunos conceptos que tengo como referentes en mi vida, son libertad y racionalidad. De ambos procuro rodearme en cada uno de mis actos, aunque soy consciente que es muy difícil no dejarse arrastrar por todo lo contrario en algunos momentos. Estos dos conceptos no tienen cabida en la iglesia católica (ni en ninguna otra), por tanto es lo que me hace estar fuera de toda confesión religiosa, pero eso sí respetando a todas aquellas personas que son practicantes, y no por estar en una u otra o no estar, me atrevería a juzgarlas como buenas o malas. Yo siempre digo que prefiero a un chino bueno (por la lejanía geográfica y cultural), que a un bollullero malo.


A medida que entraba en años y hurgaba en distintos autores tenía más dudas y como dice un principio latino “Ubi dubium ibi libertas” (Donde hay duda hay libertad), me hacía preguntas de todo y sobre todo y cada vez tenía más claro que libertad y confesión religiosa eran dos conceptos contrapuestos, porque hay algo primordial en las religiones, los dogmas. Si estás dentro tienes que creerlos a pie juntillas, no se pueden poner en entredicho, no se puede dudar. Y yo pregunto a esos seguidores muy dados a decir que dios nos ha hecho libres, si es así también somos libres para dudar de todo.


No puedo pertenecer a ninguna asociación que coarte mi libertad, el día que lo haga estaré muerto, ese día sólo seré recuerdo de lo que soy ahora. Yo sé que es más fácil dejarse arrastrar por la corriente,…como los peces muertos,…como los árboles caídos se deslizan por los ríos,…pero este junco todavía está lo suficientemente arraigado y es lo bastante flexible para aguantar determinados envites como los que escucho en determinadas ocasiones.


Mi pensamiento está más cercano a algunas personas del siglo XVIII que a otras del siglo XXI, comparto las ideas de aquellos filósofos ilustrados franceses que rechazaron todo tipo de dogmatismo, que formaron sus opiniones sobre la base de la razón, independientemente de la religión, la tradición, la autoridad y las ideas establecidas para ser dueños de sus propias decisiones. Hago mías las palabras de don Antonio Machado: “hay en mis venas gotas de sangre jacobina”. Y me encuentro en las antípodas de todos aquellos coetáneos míos que tratan de imponernos a los demás su forma de creer como la única verdadera (“fuera de la iglesia católica no hay salvación” se ha llegado a repetir hasta la saciedad desde el cuarto concilio de Letrán en 1215 hasta hoy). Los demás somos malditos, proscritos, culpables de todos los males y por supuesto estamos condenados.


Decía Bertrand Russell que “Hasta donde puedo recordar, no hay una sola palabra en los Evangelios en alabanza de la inteligencia”. Añado yo: por algo será. Y con esto digo que no niego que haya personas inteligentes dentro de la iglesia, sino que su raciocinio tiene una cortapisa importante que no los deja indagar más: la fe inquebrantable a los dogmas de la iglesia. No se puede dudar de ellos.


Quisiera terminar este artículo profundizando un poco más en el tema del laicismo como el otro concepto duramente atacado. Para mí el laicismo es algo implícito a la democracia, no concibo a ésta si no es con el otro. Y hacia allí debe encaminarse nuestra sociedad, una sociedad donde no impere una religión sobre las otras, porque no debemos olvidar que las persecuciones religiosas y gran parte de las guerras se han debido a la intolerancia religiosa de unas con otras. El Estado debe ser el garante de todos y todas, que las religiones se saquen de las aulas y se impartan en sus templos, que no reciban ni un solo céntimo del erario público, etc., etc.


Las religiones no deben imponernos sus puntos de vista, no nos deben decir qué es lo que tiene que ser delito. Ellas podrán decir a sus seguidores lo que es pecado y ellos allá, pero lo que no estoy dispuesto a aceptar es que legislen desde sus púlpitos sobre el aborto, el matrimonio, los condones y cualquier otro tema. ¡Hasta ahí podríamos llegar! Son las religiones las que tienen que adaptarse a las leyes de la sociedad civil y no al revés.

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